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Te traigo un cuento

Una vez, existió una persona que había sufrido una herida emocional en su infancia, la cual no había sanado adecuadamente. Esta herida le había dejado un profundo dolor y una falta de amor propio que se habían convertido en compañeros constantes a lo largo de su vida. En un intento por evitar el dolor que la herida le causaba, esta persona había desarrollado un mecanismo de evasión.

 

Se distraía constantemente con cualquier cosa que pudiera alejarla de sus pensamientos y sentimientos.

 

Trabajaba largas horas, se sumergía en sus redes sociales, se entretenía con series de televisión, se enfocaba en resolver los problemas de otras personas, pero evitaba enfrentar su propia realidad.

Con el tiempo, la evasión se había convertido en un hábito, algo que hacía de forma automática sin siquiera darse cuenta. Había construido una especie de muro a su alrededor, que la protegía de sentir el dolor y la falta de amor propio que la perseguían.

 

Sin embargo, esto no solucionaba el problema, sino que lo empeoraba.

 

 

A pesar de sus intentos por evitarlo, la herida seguía ahí, y su dolor se intensificaba con el tiempo. La falta de amor propio también era cada vez más evidente, aunque seguía negándolo.

 

Había llegado un momento en el que su evasión había perdido su efecto, y se había dado cuenta de que debía hacer algo para sanar su herida emocional y recuperar su amor propio.

 

Comenzó a trabajar en sí misma, a conquistar sus miedos, sus pensamientos y sus sentimientos. Aprendió a perdonarse a sí misma y a aceptarse tal y como era. Se dio cuenta de que había vivido toda su vida sin realmente conocerse a sí misma, y que era hora de hacer un cambio.

 

Poco a poco, comenzó a construir un nuevo sentido de sí misma, basado en el amor propio y el autocuidado.

 

Ya no se distraía con cosas superficiales, sino que se enfocaba en sus necesidades emocionales. Aprendió a darse el espacio para sanar su herida y permitirse sentir su dolor.

 

Con el tiempo, se dio cuenta de que había comenzado a sanar, y que su vida había cambiado para mejor.

 

Esta persona aprendió que la evasión no era la solución, sino que enfrentar sus emociones y trabajar en su sanación era la clave para vivir una vida plena y feliz. Aprendió que el amor propio no es algo que se da por sentado, sino que se construye día a día, con pequeñas acciones y decisiones que nos llevan hacia una vida más satisfactoria.

Y la protagonista de esta historia, puedes ser tú.

 

Juntas, podemos descubrir cómo transformarlo en algo maravilloso

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